Autor: Dr. Daniel Ferioli Seragopián
La actual epidemia viral presente en todos los continentes del planeta (denominada Pandemia por la OMS desde el 11 Marzo 2020) nos ha sorprendido más allá de lo esperable. Produjo fuertes cambios en el modo de existencia de miles de millones de personas, en la Economía global, regional y local, en la Salud Pública, la Educación… Un diminuto virus, como la piedra de David con Goliat, produjo lo inesperado.
Los Estados- Nación han respondido con distintos tipos de medidas: más fuertes, más flexibles, y otras débiles o insuficientes. Ciertos filósofos denominan a estas medidas Biopolíticas de Estado para con la Población. Consisten en las políticas sociales que regulan el modo de vivir (bios) de las personas, agrupadas en diversos sectores poblacionales: población de riesgo, hacinamiento, villas, geriátricos, etc.
Los individuos han actuado también de modo diverso: desde prudentes a temerosos, hasta imprudentes, desafiantes e irracionales.
“El don más grande que Dios dio al hombre es el del intelecto o entendimiento”
La sabiduría de Abdu’l Bahá
Si bien este don es característico de la condición humana, sin embargo puede encontrarse opacado.
La conducta individual puede ser un indicador de la actitud hacia el otro; puesto que no se trata sólo del cuidado de sí, sino del cuidado de contagio a los otros.
¿Cómo funciona el cuidado hacia el otro en una Sociedad de individuos?
¿Y cómo funciona en una Comunidad, o donde predomine el lazo comunitario?
En una sociedad, el Estado logrado (pues hay muchos Estados fallidos) intenta una mediación entre los individuos, para evitar contagios. Promueve el cuidado de sí y el cuidado al otro. Pero se ven varias actitudes individuales, inconvenientes hacia ese otro, que puede ser sentido como un extraño, o diferente a lo propio. Ese funcionamiento individualista, dada la anomia social reinante, y las aleatorias relaciones de cooperación, puede observarse en aquel individuo que quiere sentirse dueño de su propia salud y su vida, y que nadie, ni siquiera el Estado, se meta con él o lo regule. Sería como un individuo-átomo, que no ve sus relaciones.
En una comunidad de miembros, este funcionamiento resulta impensable. Puesto que el otro es sustancial a cada quien, al sentirse miembro de un cuerpo común. Saben y sienten que ser es ser-con-el otro, que el ser no es, sino con el otro: nadie podría ser humano, sino fuera por su relación con los otros. Haciendo una analogía con el cuerpo humano, cada órgano precisa ser solidario con los demás, para el funcionamiento de cuerpo como un Todo.
Un sociólogo investigador del CONICET (Dr. D. Feierstein, Argentina), ha observado que en las poblaciones de riesgo de las villas o barrios pobres, un brote de contagios pudo ser mejor y más rápidamente resuelto, que en la misma sociedad civil urbana materialmente menos precarizada. Y ha propuesto que esto podría deberse a que en dichas aglomeraciones, pese al grado de hacinamiento y precariedad material, existe un lazo comunitario que genera normas de convivencia más solidarias. De algún modo, el problema del otro es también el de cada uno. No se sienten ‘inmunes’(exentos o insensibles) a lo que le pueda pasar al otro.
La comunidad es inmunidad, y por haber comunidad, la inmunidad es lograda.
Y es que en comunidades, o en sectores con algún efecto de comunidad, la relación entre lo propio y lo extraño, lo individual y lo común, cobra otro sentido. Desde nuestra perspectiva, un sentido más espiritual y menos material de la existencia humana. De forma tal que si se compara el funcionamiento de una sociedad en contrapunto a una comunidad (o al menos un sector de la población con lazos comunitarios) éstas últimas tienen en común actitudes más solidarias. La Comunidad logra la más alta Inmunidad.
El Foro de Instituciones de Salud Mental de la Ciudad de Bs. As., ha expresado que “en una pandemia, nadie se cuida solo…”, y que “no hay cuidado posible, sin construcción de comunidad.”
Analistas internacionales, han comentado que en países o regiones con mayor noción de comunidad o pensamiento colectivo, los individuos han sido más respetuosos y cuidadosos; incluso pese a la pobreza material, tienen una riqueza humanitaria y espiritual.
“…se perfila un primer rasgo inmunitario del fenómeno religioso:
religión es aquello que salva y sana al mismo tiempo” .Roberto Esposito, Immunitas, p. 79
El mencionado filósofo italiano Esposito, ha planteado que en nuestras actuales sociedades funciona el ‘paradigma inmunitario’: los individuos desean estar inmunizados a infecciones; pero también desean estar “inmunes” (es decir ‘exentos’) de responsabilidades y obligaciones ante el otro, se trate de un inmigrante, una persona pobre, enferma o carenciada, o aquel a quien se puede llegar a contagiar. Otros ejemplos que da son los de inmunidad diplomática, política o eclesiástica.
En las sociedades por tanto, ocurre todo lo inverso a una comunidad, donde según Esposito, cada miembro siente estar en deuda con el otro. Cada miembro está ligado al otro, tanto como ob-ligado a dar al otro. Ligado y obligado.
Recordemos que en portugués, ‘obrigado’ (obligado) significa ‘gracias’.
El individualismo del individuo, lo lleva a desear estar protegido ante un peligro, a la vez que exentos de cuidar al otro. Un Estado-nación buscará inmunizar a los individuos, pero muchos de ellos pueden querer ser inmunes al otro.
La construcción de comunidades es uno de los propósitos de la Fé Bahá’í , y de la Comunidad Internacional Bahá’í. Las comunidades que propone, se basan en principios espirituales, y los problemas de sus miembros, son debatidos mediante el principio de la consulta en la Asamblea. En una pandemia que afecta a todos, la toma de decisiones se realizarían en colectivo, y una Asamblea de al menos nueve miembros propondría, según la metodología de la consulta, las mejores decisiones a ser tomadas en conjunto.